El escenario político mexicano nos muestra cada periodo electoral una realidad que a la clase política no incomoda, al contrario, los acomoda pero que a los ciudadanos nos consterna y nos genera molestia: el chapulinazo. ¿Por qué después de que, con tanto ahínco, buscaron un puesto de elección popular lo quieren abandonar para buscar otros escaños?

Definición clara y simple del chapulinazo

Es normal, hasta cierto punto, que los mexicanos tengamos la insaciable necesidad de crear un lenguaje propio para designar conductas que podrían definirse en un léxico jurídico algo complicado.

Henos aquí hablando del conocido “chapulinazo” que podríamos definir como aquella práctica realizada por servidores públicos electos que buscan seguir viviendo del erario público para lo cual dejarán su cargo público en busca de un escaño más o, como coloquialmente se dice “brincarle a lo que sigue”.

Ahora que tenemos una idea precisa de lo qué es el chapulinazo y los actores que lo llevan a cabo podemos entrar en el meollo del asunto.

No es que se trate de una práctica nueva, no es que jamás nadie se haya quejado, lo que ocurre aquí es una omisión típica de los mexicanos que “acostumbrados” a tales prácticas políticas no alzan la voz, lo dejan pasar y los pocos que tienen las agallas para escribir en contra de ello, para promover recursos legales que lo impiden, para presentar iniciativas, para legislar e impedirlo, todos ellos son acallados bajo un argumento jurídico: TODOS TENEMOS DERECHO A SER VOTADOS.

El derecho a ser votado ¿parapeto del chapulinazo?

Entendamos algo, el derecho a ser votado que se encuentra reconocido y protegido por nuestra Constitución no es un derecho absoluto, todos tienen sus límites, sus restricciones, sus contrastes.

Así las cosas, frente al derecho de un servidor público electo, en funciones, para ser votado se encuentra el derecho de todos los ciudadanos a ser bien representados y la obligación del servidor público en cuestión de no renunciar a su cargo ya que los puestos de elección popular son irrenunciables y obligatorios.

Y claro que los políticos encuentran en la petición de licencia al cargo público una forma de “separarse” temporalmente de su función y contender a nuevos puestos de elección popular, ¿la razón?

No podríamos enumerar los millones de razones que podrían existir detrás de tan inesperadas decisiones de nuestros servidores públicos ¿será acaso por su extraordinaria labor al frente de su puesto? ¿será acaso la aclamación de la vox populli? ¿será que no hay nadie tan competente como ellos? O quizá ¿podría deberse a que les encanta vivir del erario público?, NO, ésta última es la razón más descabellada de podría ocurrírsenos.

El hecho es que sí, el derecho a ser votado ha sido, y continúa siendo, utilizado para amparar y proteger a los chapulines, de esos que hay en todos lados y no sólo son tricolor; en éstos días observamos un chapulín verde que logró “acordar pacíficamente” con la gente morena que le permitieran volver a gobernar su bellísimo Estado, no queremos decir nombres, pero debemos reconocer la labor y el poder de convencimiento, el poder argumentativo, el poder de unificación de criterios que tan acertadamente llevó a cabo Manuel Velasco Coello, suena sarcástico que un chapulín verde fuera apoyado por aquellos que dicen que “ahora sí habrá cuarta transformación”, claro que les creemos y ya nos mostraron que ha iniciado desde el Senado de la República.

¿Qué nos corresponde hacer?

No nos sigamos haciendo de la vista gorda con los chapulines, no dejemos que lleguen a ocupar más cargos de elección popular; recordemos que en el 2012 hubo una ciudadana en el Estado de Nuevo León que se atrevió a presentar un Juicio de Amparo (que se resolvió en revisión) contra la entonces alcaldesa del municipio de Guadalupe (Ivonne Álvarez García) ya que ésta última peticionaba licencia para contender a la senaduría, esto causa tal molestia en la priísta que llegó a comentar en medios: “Es extraño que de todos los servidores públicos del país que dejaron sus puestos para buscar otros superiores, únicamente sea yo quien enfrenta una demanda”.

Esa incomodidad que sentía la priísta es la que debemos hacer sentir a todas las autoridades que quieren saltar a un puesto más, que quieren buscar más y más escaños.

Nos corresponde ser los ciudadanos incómodos para los políticos, ser los que no quitan el dedo del renglón, ser constantes, ser y hacer la diferencia.

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