La noticia política que inundó los medios la semana pasada, lo fue la visita de nuestro presidente a los Estados Unidos, visita que tuvo como artífice principal el T-MEC. Muchas voces se han pronunciado con elogios acerca de ello, arguyendo entre otras “bondades” que la entrada en curso del tratado acarraría enormes beneficios para los trabajadores, desafortunadamente, nada más alejado de la realidad.

Recapitulemos un poco, muy en sus orígenes, la Reforma Laboral nace bajo la recomendación al Ejecutivo de mejorar el sistema de impartición de justicia, por lo que se determinó que las Juntas de Conciliación deberían dejar de existir y trasladar sus funciones jurisdiccionales a órganos autónomos (Centros de Conciliación y Registro Laboral) y al Poder Judicial (nuevos Juzgados Laborales), así las cosas, el tema había sido “ligeramente olvidado en el tintero”, pero, en cuanto surgió la presión norteamericana, la reforma fue aprobada súbitamente, desaprovechando la oportunidad de corregir lagunas legislativas, dando prioridad únicamente a la firma del tratado comercial.

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Algunos sectores estiman que, el sistema de paneles internacionales y de “verificación extranjera” hacia las relaciones laborales de nuestro país, garantizará la democratización de los sindicatos, terminará con la extorsión de los “emplazadores a huelga”, con los contratos de protección y la agilizará “mágicamente” la impartición de la Justicia Laboral cotidiana. Dichos sectores, provienen principalmente de la bancada demócrata de los Estados Unidos, ya que, según ellos, los entes de producción prefieren muchas veces, delegar inversión y materia de trabajo a nuestro país, porque somos un “paraíso de violación de los derechos laborales”.

Es un hecho que, a la impartición de Justicia Laboral en nuestro país, le queda mucho por mejorar, pero esta autoría ha insistido en que eso no se va a terminar con el traslado de responsabilidad de un poder a otro y menos apostándole a una conciliación previa y obligatoria (la conciliación será una figura obligatoria de agotar, no de celebrar, ¡ojo!), por lo que será solamente cuestión de tiempo para que los juzgados laborales también se saturen. Por otro lado, la dinámica sindical en nuestro país es una herencia de hace muchas décadas y resulta iluso pensar que, en cuatro años, técnicamente de la noche a la mañana, para estos efectos, se verá firmemente materializado un cambio.

La realidad es un poco más simple y funesta al mismo tiempo, históricamente (desde principios de la década de los noventa), se ha preferido invertir en nuestro país debido a que la fuerza obrera cuesta menos, incluso esa era la bandera de los sindicatos demócratas estadounidenses en los 90’s, “¿cómo era posible competir contra cuatro dólares diarios?” y, aunque se ha avanzado de manera trascendente en la mejora de los salarios mínimos, aún queda una brecha abismal para poder considerarlos por lo menos, “nivelados” a nuestros vecinos del norte y en tanto eso no cambié, no habrá tratado comercial que termine con la desigualdad laboral que existe entre las naciones de América del Norte.

 

 

 

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